La Influencia Cinematográfica de Ciudades Emblemáticas y la Huella de La Habana en la Historia del Cine.
Entre las ciudades más icónicas del mundo, como París, Nueva York, Londres, Roma, Ciudad de México y Buenos Aires, La Habana ha dejado una huella distintiva en la historia del cine. A lo largo de los tiempos, estas ciudades han sido inmortalizadas en películas, recibiendo elogios, homenajes y diversas interpretaciones. Aunque La Habana es la capital de una isla pequeña, no se queda atrás.
La Habana en el Cine Cubano Republicano.
Durante la etapa republicana, una parte significativa del cine cubano utilizó el entorno citadino como un marco referencial, proyectando al exterior la imagen de un país alegre y musical, donde la noche se fusionaba con el día. Ya sea a través de melodramas o comedias, se presentaba a artistas de la farándula que llenaban las noches habaneras en cabarets y centros nocturnos.
Esta misma tendencia se observaba en el cine mexicano, que a menudo elegía a la capital cubana como locación en coproducciones. Aprovechaban la sensualidad y voluptuosidad de La Habana, destacando a sus hermosas rumberas y magníficos cantantes de música popular. Muchos de ellos forjaron carreras tanto sistemáticas como parciales en el país azteca

Hollywood y La Habana: Imágenes Erróneas.
Por su parte Hollywood utilizó a La Habana para dar una imagen exótica de Cuba en algunos filmes del cine negro de la década del 40. En todos se advertía la falta de asesoramiento sobre lo que era la ciudad, y Cuba en general. Por ejemplo, en Rompiendo las cadenas (We Were Strangers, 1949), un filme bien intencionado sobre la lucha insurreccional contra el régimen de Gerardo Machado, John Huston incurre en imprecisiones epocales: es un norteamericano quien guía la insurrección, y Jenni-fer Jones, la protagonista se nombra China y está “pintada” para parecer una mulata…

Con el boom del cine musical norteamericano de los años 50 y el auge de La Habana como ciudad esplendorosa, algunos filmes norteños tuvieron como sede a la capital cubana, e igual incurrieron en errores ambientales: En Una herencia de miedo (Scarred Stiff, 1953), de George Marshall, al llegar a La Habana los protagonistas se tropiezan con una vendedora de chile picante.
Incluso un realizador tan meticuloso como Joseph L. Mankiewicz desarrolla buena parte de su musical Ellos y ellas (Guys and Dolls, 1955) en La Habana, y comete un error injurioso: presenta al cabaré Tropicana como un sitio de borrachos y pendencie-ros, con una secuencia que culmina en riña tumultuaria, algo que en la realidad —refieren los que vivieron esa época— rara vez sucedía ni siquiera en los cabarés de mala fama de Marianao.
Errores crasos hay hasta en La pandilla del soborno (The Big Boodle, 1957), interpretada por Errol Flynn (que fue visitante frecuente por acá). La ambientación es buena, pero al final cae en una imprecisión inexcusable: un hombre es baleado en las inmediaciones del malecón habanero y al caer al mar es devorado por una banda de tiburones.
La Revolución Cubana y la Atracción Cinematográfica.
Con el triunfo de la revolución cubana en 1959, varios realizadores de Europa Central y Occidental, e incluso de zonas más lejanas, se acercaron a La Habana atraí-dos por el nuevo sistema socio político instalado en la isla, que seducía a intelectua-les y artistas, sobre todo a los de izquierda.
Los cineastas filmaron documentales, cortos y largometrajes de ficción. Algunos fueron atípicos: La novia de Cuba (Kyuba no Koibito, 1969), de Kazuo Kuroki —único filme japonés filmado en la Isla—; la mastodóntica Soy Cuba (Ya Kuba, 1964), del georgiano-soviético Mijail Kalatozov; la muy amable pero a ratos punzante Saludos cubanos (Salut les cubains, 1963), cortometraje documental de la francesa Agnes Varda.
Representaciones Religiosas y Sociales en el Cine Occidental
Con la entrada del cine sonoro en la década del 30 comienzan a representarse en el cine occidental no solo películas sobre Jesús, sus discípulos, los primeros cristianos, los santos o personajes bíblicos, sino que además se ocupan de personas comunes vinculadas a la fe, mostrándolos desde una perspectiva enaltecedora.
En 1936 el realizador W. S. Van Dyke dirige el filme catastrófica San Francisco, centrado en el terremoto que asoló a esa ciudad en 1900. Puro espectáculo hollywoodense, la cinta termina cono un camino de redención colectiva donde los supervivientes entonan un aleluya, confiados en que Dios no les abandonará y la ciudad será reconstruida.
Por su parte el realizador húngaro afincado en Hollywood Michael Cur-tiz realiza en 1938 la muy popular Ángeles con caras sucias (Angels with Dirty Faces): dos amigos de la infancia escogen en la adultez caminos to-talmente diferentes: uno se hace sacerdote; el otro, gánster. Se trata de un melodrama donde el bien, encarnado en el presbítero, logra redimir al mal, encarnado en el gánster. Durante el período silente había entregado su versión de El arca de Noé (Noah’s Ark), en 1928.
El actor de origen irlandés Spencer Tracy interpreta en Forja de hom-bres (Boys Town, 1938) a un recto sacerdote católico que ayuda a un grupo de jóvenes a salir de la delincuencia en uno de los tantos barrios peligrosos de los márgenes de Nueva York, para lo cual construye una escuela y debe enfrentarse a los delincuentes del lugar. El filme fue un gran éxito de público, y tuvo una secuela en 1941, La ciudad de los muchachos (Men of Boys Town), dirigida por el mismo realizador y de nuevo con Tracy como protagonista.

Una película abiertamente cristiana es El gran mandamiento (The Great Com-mandment), dirigida en 1939 por Irvin Pi-chel. La historia es poco original, pues se asemeja a la de Ben-Hur; aquí un oficial romano en la Palestina de tiempos de Jesús sigue un proceso de conversión. Lo más notorio del filme es que fue el primer intento de crear una productora cristiana, The Cathedral Films, que produjo películas hasta la década del 50.
En lo que respecta a retratar la ciudad, por Cuba lo mejor fueron dos filmes de distintos géneros cinematográficos y propósitos estéticos, pero curiosamente coinciden-tes en el retrato que realizan conscientes o no de los estertores de La Habana nocturna ampulosa: Memorias del subdesarrollo, 1968, obra cumbre de Tomás Gutiérrez Alea y Nosotros la música, 1964, documental de Rogelio París.
Claro que tal vez habría que mencionar PM, pero sobre todo por el rol que jugó ese filme como desencadenante de la polémica que culminó con una trascendental reunión de intelectuales y líderes de la Revolución en la Biblioteca Nacional José Martí
En los años 70 termina el idilio de los cineastas europeos con La Habana y solo se ve la ciudad filmada por artistas del patio. Abundan “producciones históricas” al estilo de La última cena (Alea, 1976) o Maluala (Sergio Giral, 1977), y aparece muy poco la Habana de ese tiempo. El filme más representativo al respecto es Retrato de Teresa (Pastor Vega, 1979)..
Mientras, de EE.UU. llega la secuela de El Padrino (The Godfather Part II, 1974). Francis Ford Coppola sitúa parte de su historia en La Habana de los 50, y la filma en Santo Domingo, debido a la prohibición del Departamento de Estado estadounidense del filmar en Cuba. Coppola da su visión de La Habana con casinos, lugares de placer insospechados y corrupción. No faltas testigos de la época que cuestionan esa imagen, por su desmesurada concupiscencia.
La Habana en las Décadas Posteriores
En los 80 La Habana “protagoniza” otra serie de filmes que oxigenaron al cine nacional. Juan Carlos Tabío dirige las comedias Se permuta (1983) y Plaff (1988); Orlando Rojas realiza Una novia para David (1985) y Papeles secundarios (1989); Rolando Díaz entrega Los pájaros tirándole a la escopeta (1984) y el drama deportivo En tres y dos (1985).

Y está la que tal vez sea la mejor película de esa década, Clandestinos, debut en el campo del largometraje de ficción de Fernando Pérez, una película que aborda con humanismo y realismo el enfrentamiento de los jóvenes habaneros al régimen de Batista. Ideológicamente alineado con el imaginario revolucionario, el filme se aleja estética y conceptualmente de otros discursos panfletarios propios de este tipo de cine.Desafíos y Renovación en la Era Digital
Desafíos y Renovación en la Era Digital
La debacle del socialismo real en la URSS y Europa Central sume a la Isla en una gravísima crisis económica a partir de la década del 90. Las autoridades deciden buscar nuevos socios comerciales en Occidente y así el cine cubano se abre al mercado internacional mediante coproducciones o filmes extranjeros filmados acá.
En muchas de las realizaciones (tanto realizadas por cineastas del patio como por extranjeros) hubo un marcado interés por mostrar el resurgimiento de lo marginal en la ciudad, las zonas de mayor precariedad económica, el comercio sexual… en oca-siones llegan a la explotación de lo sexual o la estética de la miseria.
Fresa y chocolate (Alea, 1993) es un oportuno y humano ajuste de cuentas con esa Habana excluyente, intolerante y represiva en la década del 70; Madagascar (Pérez, 1994), deviene humanista y desgarrador retrato de La Habana a punto de colapsar en los años más álgidos de la crisis económica; La vida es silbar (1998), bastante irregular, es un voto para que sea la capital una ciudad inclusiva, amable.
La tendencia en el nuevo milenio sigue siendo, con algunas variaciones, la misma que en los 90. Solo que con la tecnología digital llegan nuevos autores, la mayoría surgidos de la Muestra de Jóvenes Realizadores, hoy Muestra Joven del ICAIC. De sus trabajos destacan Rara Avis: el caso Mañach (2008), de Rolando Rosabal, donde se hace un inteligente contrapunteo entre La Habana del pasado y del presente. Y dos documentales de Ismael Perdono: La Habana reinventada y Cabaret (2001) centra-dos en las noches habaneras de los cincuenta,.
La Habana en el Nuevo Milenio: Desafíos y Oportunidades
De las miradas foráneas sobresale Habana Blues (2005), del sevillano Benito Zambrano, egresado de la escuela de cine de San Antonio de los Baños. Su filme es un recorrido por la rica diversidad musical cubana —en particular la habanera— y una mirada a la cantidad de frustraciones de todo tipo que sufren músicos y cantan-tes, compulsados a buscar otros horizontes.
Interesante como mirada nostálgica es la producción norteamericana La ciudad perdida (The Lost City, 2005), dirigida y protagonizada por el famoso actor norte-americano de origen habanero Andy García, escrita por Guillermo Cabrera Infante. Con aires del filme Casablanca, es una recreación de La Habana ampulosa de los 50, pero a su vez y desde su perspectiva ideológica— de un país marcado por la intolerancia que dio al traste con una proyección inclusiva de futuro.

Fernando Pérez: Un Amor Cinematográfico a La Habana
Otra vez quien le muestra mayor amor a la ciudad es Fernando Pérez. En La pared de las palabras (2012), simbólico filme sobre el declive de la ciudad, aparece una metáfora que muy bien ilustra el deterioro citadino, el cine Moderno, hoy en ruinas. Y en Suite Habana (2003), obra maestra que bascula entre el documental y la ficción, con una singular puesta en escena exhibe los anhelos y esperanzas de seres que pese a los golpes de la vida se niegan a perder los sueños.
Esa hermosa imagen final de las olas del mar golpeando al malecón habanero, mientras se escucha Quiéreme mucho en la inconfundible voz de Omara Portuondo, deviene símbolo de una ciudad que ha resistido los embates del tiempo y ahí está, pese a huracanes y embestidas de todo tipo, negada a fenecer, a dejar de soñar, creyendo que puede ser en verdad la ciudad próspera que imagina Arturo Infante en su documental “futurista” Flash Foward, de 2006.
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