A todos nos gusta ese olor a pan recién horneado. Bien lo saben los niños, niñas, adolescentes y sus familias integrantes del proyecto Casa Común del Centro Loyola Reina.
Disfrutando del compartir
El sábado 4 de Octubre los protagonistas de Casa Común estuvieron en la cocina. Iniciaron una experiencia culinaria que les permitió hacer sus propios panes y pizzas. Pero el evento fue aún más especial porque también celebraron el cumpleaños de un pequeño muy querido, Michel, quien disfrutó de un ambiente de alegría y gran entusiasmo.


Una experiencia sensorial
¿Qué significa para un niño participar en una experiencia tan sensorial como esta?
Con sus manos limpias, un delantal, un gorro de cocinero y los ojos relucientes de emoción, llegaron temprano -antes de lo habitual- para el taller, justo como se había acordado.
La jornada comenzó con una demostración a cargo de un experto panadero, quien mostró las técnicas detrás de un buen pan. Los niños miraban con atención mientras la harina volaba y las manos del maestro moldeaban la masa con destreza.
¿Cómo se puede transformar un simple puñado de ingredientes en algo tan delicioso?” preguntó uno de los pequeños, y todos se sumaron a la curiosidad. La promesa de lo que iba a venir hizo que la expectativa creciera en cada rincón del pantry de la institución.


Mientras reposaba la masa, jugaron, cantaron, bailaron y compartieron con sus amigos algunas ideas sobre cocina y los alimentos que les gustaban. Los padres, en cambio, preparaban sus bases de pizzas y conversaron sobre la cotidianidad.
Manos a la obra: ¡A preparar!
Una vez listas las lecciones, llegó el momento que todos habían estado esperando: ¡era hora de poner manos a la obra!
Cada uno tomó su porción de masa y comenzó a amasar. Con risas y un poco de harina que terminó desparramada por los delantales, comenzaron a dar forma a sus creaciones.
Algunos optaron por hacer panes dulces, añadiendo pasitas y azúcar, mientras que otros preferían experimentar con pan salado, repleto de mantequilla y maní.
¡Mire maestra, estoy haciendo un corazón!” gritó una de los niñas, mientras otros trataban de darle formas creativas a sus masas. Poco a poco fueron colocando en la bandeja sus creaciones.


¡Listo! ¡A hornear!
El aroma tentador que invadió el ambiente hacía agua la boca de todos. A los padres, con sus pizzas de vegetales y queso, y a los pequeños con sus deliciosos panecillos.
“¡Huelen increíble!” exclamó uno de los padres.
Siguiendo la misma filosofía de colaboración y diversión, entre risas y anécdotas, cada participante eligió su porción con la alegría de haberla creado con sus propias manos.
Feliz cumpleaños, al final de la jornada
En medio de tanta actividad, llegó uno del momento más esperados del día: la celebración de cumpleaños de Michel. Todos, con su pan y sus corazones llenos de alegría, se reunieron para cantarle «Feliz Cumpleaños».
Los ojos de Michel brillaron al soplar las velas, y con cada deseo que hizo, se sintió parte de una comunidad que lo abraza y lo apoya.
Instantes que se graban en el corazón; un recordatorio de que la felicidad a menudo se encuentra en las pequeñas cosas, como la calidez de un abrazo o el sabor de un pan hecho a mano.


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