Cuando empezó en Cuba, en los ya lejanos 1990s, los años del “Periodo especial” más áspero, el renacer de los emprendimientos privados –entonces, bajo la fachada del “cuentapropismo”- muchos pensamos que representarían un verdadero cambio dentro del universo de los servicios, sobre todo en cuanto a la calidad de la atención al consumidor.

Ayer y hoy, muchos de esos negocios funcionan directamente “desde casa”.

Es frecuentemente difícil discernir, por ejemplo, en muchas de las cafeterías de alimentos ligeros, dónde termina el #trabajo diario en función de la vida familiar (lo que los especialistas llaman “trabajo reproductivo”) y comienza la labor en función de los clientes, es decir, la que genera la entrada económica del emprendimiento.

Por eso, desde entonces hay cierta ambivalencia en el trato al consumidor: ambivalencia entre lo que sería un servicio al público, por un lado, y lo que es el espacio doméstico por el otro.

Esta podría ser una de las causas de que a veces los clientes podemos sentirnos algo ignorados cuando nos acercamos a algún emprendimiento de este tipo, sea cafetería , taller, o venta de algún tipo de mercancía.

Es bastante común todavía que no todos los productos anunciados en tablilla estén disponibles, o que cuando alguien se acerca a comprar o consumir la persona que debería atenderle está conversando con alguna amistad, en persona o por el móvil .

También a veces el ánimo con el que se atiende al cliente no es el mejor.

Pero igualmente es notable que en Cuba ya nos habíamos acostumbrado a un tratamiento similar por algunos empleados de servicios operados por el Estado.

En este caso sería una extraña mimesis, o imitación de malas prácticas, que en los ya lejanos 1990s imaginábamos poco menos que imposible , por tratarse precisamente de negocios privados, donde se supone que el dueño o empleado dependa directamente del buen trato para sus ingresos.

Quizás valga la pena investigar más por qué sucede esto. ¿Te animas a comentarnos tu punto de vista?

Me animo a sugerir un modo de sobrepasar tal fenómeno:

Es importante, creo, que se crean alianzas de consumidores para defender sus derechos.

Eso sí, por la importancia de las redes de afectos, amistades y parentescos en nuestro país, espero que tales alianzas sean lo más empáticas y asertivas en el planteamiento de sus demandas. Y que siempre el diálogo, personal o social, sea la vía preferida. Excepto los casos más graves, claro está, que impliquen exclusiones, discriminaciones, o maltratos.

Existen antecedentes, como el proyecto Consumidores y Usuarios Protegidos (CUP), promovido por la Red Observatorio Crítico hace algunos años. Lamentablemente, sus promotores principales ya no viven en el país.

Creo que sería una excelente idea retornar a este tipo de empeños, siempre organizados “desde abajo”, y con el mejor ánimo de contribuir a una Cuba mejor.

Leemos como siempre tu comentarios y esperamos regreses la próxima semana para continuar en Diálogos

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