Aprendizaje y alegría: El proyecto Convivir en acción

Los niños y niñas del proyecto Convivir del Centro Loyola Reina tuvieron un día especial y único por estos días.
Con sonrisas y mucha energía, estos pequeños decidieron dedicar su tiempo a hacer algo muy significativo: visitar la Casa de Abuelos La Merced, en la Habana Vieja.

La idea no solo era pasar un rato agradable, sino participar en una experiencia de aprendizaje por servicio, un concepto que invita a aprender a través de la interacción con la comunidad.

El aprendizaje por servicio es, en términos sencillos, una metodología educativa que combina el aprendizaje académico con un servicio comunitario. A través de esta práctica, los niños y niñas no solo adquieren conocimientos, sino que también desarrollan valores como la empatía, la solidaridad y el trabajo en equipo. En este caso particular, el grupo se propuso llevar alegría y compañía a los abuelos.

¡Y llegamos!

Al llegar al lugar, los pequeños fueron recibidos con cariño y mucha expectativa. Pronto, el ambiente se llenó de risas y música. Los mentores que les acompañaban organizaron juegos y actividades recreativas, donde tanto ellos como los adultos mayores se divirtieron.

Fue un intercambio natural: los adultos mayores revivieron historias de su infancia y aventuras pasadas, mientras que los más chicos aportaron su energía y frescura.

Este tipo de dinámicas no solo sirve para estrechar lazos intergeneracionales, sino que también permite a los niños entender mejor las realidades de otros grupos etarios, especialmente aquellos que enfrentan soledad y necesidades especiales.


Todos a la mesa

Después de disfrutar de un rato de juegos llegó el momento de servir el almuerzo, en alianza con el proyecto «Sopa de San Vicente» que prepara la Sociedad de San Vicente de Paul, precisamente para quienes asisten a la Casa de Abuelos La Merced.
Esta actividad fue un verdadero ejercicio de responsabilidad y cooperación. Los niños trabajaron en equipo mientras ayudaban a servir el postre, un gesto que, aunque simple, tiene un gran impacto en la vida de los ancianos. La comida no solo alimenta el cuerpo, también ofrece compañía y calidez, elementos que son esenciales para el bienestar de las personas.

Una vez que todos terminaron de comer, la jornada continuó con la tarea de recoger las mesas y limpiar el comedor.
Los más pequeños pudieron ver cómo sus esfuerzos contribuían a crear un espacio más limpio, organizado y acogedor para todos; demostrando que cualquier gesto puede marcar la diferencia en la vida de otra persona.


Al final de la visita, muchos niños expresaron lo gratificante que había sido ayudar y lo mucho que habían disfrutado de la compañía de los abuelos. Mientras que los adultos agradecieron la compañía y colaboración.

Sin duda, este tipo de experiencias son fundamentales para formar ciudadanos más compasivos y conscientes de su entorno.
Por su parte, los trabajadores de la casa agradecieron a los niños no solo por su tiempo, también por la luz que trajeron a un lugar que, a veces, puede sentirse un poco más sombrío.

La experiencia de aprendizaje por servicio benefició a quienes recibieron el apoyo y contribuyó a la transformación de quienes ofrecen esa ayuda, dejando una huella positiva en todos los involucrados.

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