Otoño celebra la vida: cumpleaños colectivos y un aniversario más del proyecto para adultos mayores

La Habana amaneció con un aire distinto. Ya el sol asomaba sus primeras líneas de luz y, desde sus casas, a pesar de la inconsistencia del clima, ya ellas y ellos sabían que la jornada iba a ser memorable.

En el Centro Loyola Reina, todo estaba preparado para recibir a las adultas y adultos de Otoño.


Fue así que un día prometedor se convirtió en la velada matutina de las más importantes del mes de noviembre.

El proyecto Otoño volvió a demostrar que la edad no es un límite, sino un escenario donde la memoria, la música y la risa se entrelazan para celebrar la vida.

El motivo era doble: los cumpleaños colectivos de sus integrantes y un aniversario más de este espacio que, desde hace años, acompaña a los adultos mayores en su tránsito por la vejez con bienestar activo, saludable y feliz.

La energía de un otoño que florece

El salón se llenó de voces, de pasos lentos pero firmes, de miradas que cargaban cicatrices de enfermedades como el Chicunguya y los inevitables achaques de los años.

Sin embargo, lo que dominaba no era el dolor, sino la energía contagiosa de quienes, a pesar de todo, se negaban a rendirse.

Había un aire de fiesta, una complicidad que convertía cada gesto en celebración.

Un viaje a la historia


Tras la cálida bienvenida, el momento se tornó solemne cuando se invitó a los fundadores a compartir la historia del nacimiento de Otoño, un proyecto que es también el origen mismo del Centro Loyola Reina.

Con emoción y memoria viva, evocaron aquellos primeros pasos en que la idea de acompañar a los adultos mayores se convirtió en misión institucional, un espacio donde la cultura, la fe y la comunidad se entrelazaron para dar sentido a la vejez.

Las palabras del profe Carlos recordaron que Otoño no surgió solo como programa, sino como raíz fundacional de un centro que hoy sigue siendo hogar de esperanza, encuentro y dignidad.

Nostalgia y ritmo

Los invitados desplegaron un repertorio musical que hizo viajar a los presentes por décadas pasadas.

Viejas canciones que evocaban romances juveniles y tardes de radio se mezclaron con ritmos enérgicos que arrancaron palmas y pasos improvisados.

La nostalgia se transformó en movimiento, y los recuerdos se hicieron carne en cada acorde.

La profesora de bailoterapia, Ana Rosa -coordinadora de la compañía flamenca Ecos-, con su sonrisa amplia y su voz que no admitía excusas, logró lo impensable: bastones olvidados en las esquinas, dolores suspendidos en el aire, cuerpos que se entregaban a la salsa como si la juventud hubiera regresado por unas horas.

El salón se convirtió en pista de baile, y la edad, en un detalle irrelevante.

La carcajada como medicina

Y llegó el momento con el profesor Berazain, o el Bera como muchos le dicen, quien con sus monólogos desató carcajadas que retumbaron en el teatro. En esta ocasión le acompañó su guitarra.

No hubo espectador que no se rindiera ante su ingenio. Las arrugas se estiraron en sonrisas, los ojos se iluminaron con lágrimas de risa, y por un instante, el tiempo se detuvo.

La risa, esa medicina sin receta, se convirtió en protagonista de la jornada.

Serpentinas del duende otoñal

El instante de los regalos fue uno de los más entrañables de la jornada: cada cumpleañera y cumpleañero recibió un obsequio del duende de Otoño, símbolo de la magia y el cariño que envuelve al proyecto.

Con manos temblorosas pero llenas de expectativa, fueron abriendo sus presentes y, entre risas y comentarios cómplices, compartieron la alegría de sentirse recordados y celebrados.

No importaba el tamaño ni el valor material del obsequio; lo que brillaba en cada rostro era la emoción de saberse parte de una familia que reafirma que la vida merece festejarse.

Un aniversario que reafirma el sentido

El aniversario de Otoño no fue solo un número más en el calendario.

Fue la reafirmación de un proyecto que entiende la vejez como una etapa de plenitud, donde la cultura, el humor y la música son herramientas para resistir el olvido y la soledad.

Gracias al esfuerzo constante del equipo, allí, los adultos mayores no son espectadores pasivos, sino protagonistas de una historia que se sigue escribiendo con cada encuentro.

Llegó el mediodía y con él, los últimos acordes se desvanecieron, quedó la certeza de que Otoño es mucho más que un proyecto: es un refugio de humanidad.

Fotos, videos, abrazos… quedaron de ese encuentro, y sus protagonistas hablan hoy de cómo los años pesan menos, los dolores se disuelven, y la vida, con todas sus cicatrices, se celebra con la intensidad de quien sabe que cada día es un regalo.

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